lunes, 29 de septiembre de 2008

Qué se cruzará...


Qué se cruzará ahora

qué voz como una flor del invierno

entregará su sombra

 

hacia dónde empujará esta vez

 

fuera de mí

                    tardío

aparecerán los puertos

donde nunca atracaré

bares oscuros

rojas mujeres que lloran en las mesas

el beso entre las piernas

 

como un cuchillo que corta el humo

se levantará el cuerpo

y me traerá lo que jamás estuvo aquí

 

vendrán sombríos amores a roerme

las bocas hambrientas de mí

cuerpos hambrientos

fantasmas caídos en la calle

                                             polvo

 

mientras

               ahora

                          aquí

una tristeza extiende manos

oscurece las astillas

                                 los árboles postrados

 

mientras

               dentro de mí

el agua que se estanca

gotea desde el balcón

contra la calle que miro

donde tal vez

                      comience el mundo.


Piensa...


Piensa, amor

en todas las palabras

mira como se acercan ansiosas

y crecen en los techos del cuarto

 

Mira, amor

parecen cometas de otras miradas

cortando a lo lejos

                               horizontes/extravíos

 

abre grande los ojos

apoya tu mano sobre mi

como si los dedos acariciasen el polvo

 

dime toda las palabras

quemadas por la noche

déjalas girar como anillos en la boca

que no tengan peso

que vuelen al pasar

                                sin gravedad/sin techo

que las lleve el viento helado

que se lleve las cenizas

 

échate en la cama junto a mi, amor

déjame entrar

                       por fin

al silencio de tu boca

necesito aclarar mi corazón

llenarlo de aire

                         y sostenerte

respirar tu figura dormida alrededor

 

mira amor

este hambre de tu boca que me muerde el alma

cómo se estrella en las palabras

y discurre y las regresa – cada voz –

 

sobre el vientre que calma mi mano.



Déjame


Déjame entrar y refugiarme

dame permisos

choca el pecho en mi boca abierta

 

no hay camino de los labios

si no me dejas

                        amor

                                  beberte/humedecerme todo

como una lluvia en cólera

el brazo apretado

mi sexo en tu monte

prohibido en el desfiladero

                                            en el abismo

 

déjame

 

tambaleo de vértigo

mi lengua borracha de tu lengua

derrotado en tu espalda

buscando con mi sexo

lo que calla/esconde

                                 tu descontrolado corazón.



Los ojos


A lo lejos van los ojos

                                    exhaustos

 

los impulsa la desorientación

                                                el aire

 

con los ojos van las voces

gritan en el viaje

                            endechas antiguas

cuchillos debajo de la tierra

 

y el cuerpo queda

náufrago de todo

ornado de lámparas inútiles

empujando el corazón hasta mañana

 

el cuerpo espera con las cuencas vacías

golpea despavorido la sombra desnuda.



domingo, 28 de septiembre de 2008

Soterrado


Es un pedazo soterrado

                                      antiguo/mío

 

salta

 

como una escalera va cayendo

                                                  al horizonte

es una luz acallada

una isla en el medio de mi

un dolor de otro tiempo

 

tal vez la voz del padre

en mi propia vejez

el regreso de los viejos castigos

traídos de las tumbas

                                  del moho

 

Casi no se siente

se necesita la indolencia de una boca

un puente

un rostro varias veces muerto

                                                 en la memoria

 

o sólo baste un murmullo del otro

el rose descuidado de una mano en la penumbra

un golpe al silencio

 

o tal vez sea la madre que aprieta su rostro en la arena

y llama

             y me recuerda

ese tramo de mí en el medio

                                              insular

una presión de la memoria sobre el cuerpo

en un pedazo de dolor

                                    senil

                                    brutal

como un salto a la noche.



Cosas mudas


Nos rodean cosas mudas

 

nos envuelven

                         mares

el golpe de la ola que cercena la sombra

 

cosas mudas

                      marchitas

domésticos silencios

en la penumbra de la casa

 

una cascada de humo

                                   de la boca

-como voces-

                      invoca

                                  retumba

recuerdos de desiertos

tristezas como rezos

                                    el sueño de la lluvia

                                    y el anhelo

 

nos rodean cosas mudas

el eco de los miedos

el calor de los amigos

viejas soledades

como puertas abiertas a la tarde:

 

sólo sobreviven

                          el recuerdo

                          el silencio que dibuja una ventana.



Me iré


Pronto me iré

                       me digo

poco a poco dejaré de oír la algarabía

rugirá el viento dentro de mi

como si se derrumbasen los árboles

y cayesen

                 en el aire

 

y no habrá lágrimas

                                del otro lado

sólo el ángel de turno con sombrero

los fantasmas desnudos de la infancia

el cielo solemne

                           sagrado

                                         de los nombres.



Un rastro


Dejo un rastro:

es una línea de hiedras en la frente,

un paso que arrastra la arena

el viaje de un ave que tropieza en el aire

es una arteria

                      una exhalación

es la nube colérica que borra la voz

 

Dejo una fractura

                             el golpe o la llegada:

extraño la plegaria y la fiebre

la mirada que anuncia

la duda en fondo del agua

 

Es un viaje que no hago

                                        esta línea sin luz

este naufragio de pájaros en vilo

es una muerte

una brasa

un humo

nada

 

solo el rastro en la tierra

un paisaje de hojas que filtra la jornada

y cae y pinta el suelo de cenizas

es el rastro que trae a la puerta

el golpe de la mano

                                 el miedo al otro lado.



lunes, 22 de septiembre de 2008

Viniste...


Viniste

en un segundo se apoyó tu sombra en vilo

 

yo no vi el tiempo en los hombros de nadie

no vi tu sangre caerse

ni vi inaplacado el filo de la boca

 

No te vi venir a mi

tu cara estaba en las voces de los otros

en la mirada encorvada de los hombres

                                                                afuera

en el paso lento

                          en otros huesos

prometida      

                 inapelable

 

No te vi en árboles caídos

ni en raíces pútridas

ni en el giro del gusano cuando rompe la carne

 

no en el final del recorrido

o en última puerta que no cierra el aire

 

te vi venir en los ojos vacíos de una mujer que cruzaba la calle

desesperanzada y final

                                     de saturada lentitud

                                                                      a ciegas

 

te vi en las voces de la calle

en los charcos

en los objetos dejados a intemperie

cubiertos de polvo y de diluvios

 

Te vi al final de los trenes

esbelta

            tensa como un hilo

amasando trozos de barro entre los huesos:

 

masticabas sin dientes los nombres de todos

                                                                       sin pudor

entre tus trapos éramos todos futuros de tu estirpe

partes de un hogar enmudecido

 

Viniste no a llevarme

sólo a sellar esta sombra

a mostrarme el río donde beberé tu boca.



En la sombra...


En la sombra de tu mano

                                         pediría

en la altura de tu pulso junto al mío,

en la salida y la entrada de tu sangre

                                                          a mi excesivo corazón

en tu boca que busca la noche

y toca la pared de los cuartos

en el lugar que nos vio

en el latido de la voz

                                   o en la promesa

en el mar que roza la piedra o lleva nombres

 

pediría

            que me muestres

por dónde retornar

                               a lo que era:

 

al pliegue del cuerpo en la boca

a la mano en la sombra

                                     de memoria

al beso a lo largo del tiempo

a tu mirada que se abre

                                      y que me encuentra.



Efímero


Es efímero

es apenas la palma a la altura de la roca

apenas el ojo tratando de entender:

 

alrededor trajinan las voces de los otros

nombran el tamaño de los días

despliegan las ventanas por las calles

aman

          entre las sábanas escurren el pudor

se besan las piernas

se abren      se penetran

                                       arrítmicos

callados contra el árbol de la calle

 

Alrededor se altera la ciudad

se cierran las puertas

el cielo desanuda

descarga sus torpes nubarrones contra el suelo

todos corren

                     cincelan huellas en el agua

 

pero aquí el tiempo es oscuro

se eleva vertical

                           empuja

                                          y falta el aire:

 

deja latir el final de un corazón.



domingo, 21 de septiembre de 2008

Aquí vivo


aquí vivo

desciendo del tiempo y escucho

 

me embriaga el sonido de la calle que no veo

la gente que supongo

los gatos pegados a los muros

 

Este es mi lugar

sobrevivo a las calles y al asombro

al tiempo clavado en la mano

 

me veo deteniendo los relojes con los ojos

sólo miro la quietud que no transcurre

traigo viejos huesos a esta mesa

y como yo

se quedan apoyados a la espera

una mueca del tiempo les recuerda la carne

- me recuerda -

canciones remotas en los párpados

apretados de las manos como en ronda

en esta vieja mesa

desbordada de nombres

 

aquí

        arbolado, en raíz

se me apoyan los hombros:

aquí donde vivo o respiro

                       y hago sombra.



Vi venir


Vi venir los árboles:

el estallido de una calle serpenteando frente a mi

vi el hierro de mis manos con su sangre gris

cuando alimentaba viejos pájaros callados

 

vi un montón de hojas secas

al ras de la tierra

sólidas hojas de otoño volviéndose polvo

 

vi el otoño avanzar y sofocar el fuego de la tarde

tapiar de muros marrones el aire inclemente

 

me vi buscando los retratos del pasado en la hojarasca:

mi mano tocaba el borde de las hojas

como si fuese el árbol intentando retornarlas

 

me vi reconstruyendo lo dormido

sin dioses que invocar en la penumbra

me vi correr enorme

sobre la sinuosa duna de la niebla

 

Estaba triste – me parece –

declamaba flores viejas en el aire

                                                        con el gesto de la mano.

Puertas


Vigilo el cuerpo que traspasa el umbral,

mis manos están hechas de viejos cartones,

se dibuja la línea del final cuando se cierra la palma,

 

del monte de Venus

se desprende perdida una vida interminable,

surcos quebrados por la niebla del deseo

                                                                   escombros;

 

más arriba el brazo quiebra el caracol del puño

y del brazo al pecho, al cuerpo general, mis ojos me ven

esperando la próxima pared que abre la tarde.

 

La vieja huella sospecha que avanzo.

Es el pie sobre el suelo abierto

que intenta llegar a la próxima salida

a juntar las raíces con el tiempo,

es el sueño que ataca los ojos justo cuando la puerta se abre,

es el miedo como un mástil erguido frente al cielo

en un lugar donde aun huele la tierra.

 

Del otro lado

se ve

          a lo lejos

                           un brillo de piedras.

 


 

 

sábado, 20 de septiembre de 2008

Mis amigos son de arena

 

Para la Mecha, que vino,

para Enrique, que la trajo.

 

 

 

De pronto, de la nada, del vacío

los amigos toman formas

                                         aparecen

 

del íntimo golpe se aparecen

cuando ya no lo esperaba

reúnen sus huesos en mi mesa

atan tan viejos zapatos

tan deslustrados de las huellas

                                                 de los años

 

los amigos como agujas de relojes

perdidos para siempre (yo pensaba)

aparecen de improviso contra el tiempo

remontan escalones de un muro que creía muerto

 

Mis amigos son el desierto

maestros de lluvia

de sus hijos húmedos

son indios desesperados en las sombras

los ojos abiertos

viajeros  sin aliento

nombres borrados de los labios

armada cada mano de agudo corazón

filoso corazón que corta la tormenta

 

son las voces de una radio que tapa el tiempo

encerrados para siempre en una casa

a la espera de la barca o la canoa

son las voces de la arena

la luz partida por la quilla del retorno

 

Están frente a mi como si siempre

como si nunca

Tragándonos todos

las viejas palabras que surgen del destello

de los ojos apretados

                                   circulares

en torno al vino de los vasos

a la voz umbilical que nos entorna.


Como Lázaro aparecen

a dar vueltas a la mesa al son

de los latidos coronarios

entran en la vértebra

en la arteria  de los más extraviados olvidos

surgen de algún lado de la noche

de algunas casas de la infancia muerta

de los muros de entonces

                                          de la tierra

y beben mi mesa y mis ojos

y mi boca sin lengua

les doy alimento con mis manos

con los años que viven en mi rostro

mis amigos aparecidos de la nada.

 

 

Y con la tarde se van yendo

toman posesión de mí

                                     y de mi nombre

van a sus paredes, a sus cuartos

 

y yo los miro

abrazo la tierra que tocan

por todos los años

por todas las veces que no hablamos

por las bocas que no fueron

por este estanque de sombras

                                               que fuimos separando.

 

Viento


genera viento:

de la palma de la mano surge el aire

como una ola vacía

abre camino acumulado

                                       del pecho

como si naciese la torre hasta la sombra

la carne que soporta la noche

 

Negras se generan las heridas

como una mancha hendida en la mano

una incisión para dejar escapar la niebla

 

Como espasmos

resopla el pecho que detiene

el golpe del remo en el arribo

 

se sube a las paredes

se abre camino entre los huesos

y entre el ruido que pasa de largo

el aire despierta:

 

se ha llegado,

hay ciudades abiertas en las sombras

penumbras de hombres

que articulan el ruido de la calle

rostros pegados a los muros

fornicaciones, ovarios,

apretados esternones en el abrazo del amor

voces que el viento mata

fibrilaciones

otra vez la niebla, resistiéndose

 

Se ha llegado con la brisa

como si quisiese modelar el aire

y descansar

acomodar las sábanas,

dejarlas caer sobre la cama

cubrir de soledad el sueño

al final de este viaje de ida

                                             o de retorno.

jueves, 18 de septiembre de 2008

La guerras


Vamos a la guerra:

elevemos las lanzas como nubes en la noche

tenebrosas las puntas hacia el aire

tenebrosos los ataques

el beso inmisericorde de los vivos

que debaten su existencia con las sombras

 

vamos en nombre de las causas

arrojemos el hacha contra el río que las cobija

chapoteemos desesperadamente en las orillas

en el barro en el que nos extraviamos

 

seamos invasores, tomemos jardines con furia

conquistemos el lugar donde callarnos

como si fuese la acción de la gloria

 

vamos en nombre de los sueños

llevemos los pertrechos, las dagas,

los rostros de los otros

grabados en la frente

seamos los dueños del mal o del bien alternativamente

 

rasguemos la piel del enemigo

y busquemos dentro la tristeza de las horas

el atajo interminable, el grito del amor

 

vamos a la guerra

arrojemos los engendros contra las murallas

contra el espejo delator

contra el crujido de las llamas

matemos todo lo posible de matar

matemos todo lo que intenta morir

 

vamos, sembremos ruinas en las casas

trocemos los muros de los otros

y pongamos las flores a marchitar en las mesas vacías

hagamos sangre de la boca que embriaga la soledad

seamos animales sigilosos

de los que silencian el polvo con su aliento final

seamos despiadados antes del amanecer

mostremos los trofeos conquistados en la bruma

los trofeos robados:

los nudos de las horcas

el pie que hunde el mar

esta agonía infinita de pertenecer.


Impresora digital


Debo reparar mi impresora digital

ajustarle palabras proscriptas

acomodarle tintas y voces

que tarde o temprano deberé decir

 

desencorvarla,

iluminar sus puntos de contacto

sus diodos apagados

sus seis botones inútiles

y una inmensa – dolorosa – cantidad

de hojas en blanco.

 

Debo inyectarle árboles y amantes

polvo, gusanos de seda,

poner en marcha la fatiga del hombro

la visibilidad las flores

el viento inextricable


 

Debo darle vino, desesperanza, naufragios

y una suma no muy clara de silencios

 

y luego,

debo vigilarla

no dejarme sorprender por el vértigo

de su uso incontenible,

de su respiración sin ventanas,

y no dejarla caer

en mi habilidad para el olvido.

 

Cubrirme


Tal vez deba huir de las miradas,

de quienes agitan el polvo

                                       y se desbandan,

huir de quienes hacen hombres del granizo

y pisotean a los amantes,

huir de la confusión, del desencanto,

huir de los arcángeles

de la vaguedad de las paredes

de los ojos en la niebla,

huir de los despojos.

 

Tal vez no deba permitirles la lujuria

los ensueños de la sombra y de las manos

que tocan y tiemblan

                                   como el humo

o tal vez deba atacar su invisible fecundidad

y no dejarlas crecer en mi sangre

o enfrentarlas con la furia del pavor

como si fuese un guerrero que tiende la mano

y toca la muerte:

 

pero ellas truenan –las miradas- ante mi

me paralizan:

todo huye alrededor

como aves desoladas

                                   anidando en el aire

para ver las casas que yacen

                             que imploran paredes

                                                                habitantes

para ver las puertas

              los hombres

y la quietud de mi ahogo

y la huella en el agua:

 

todo a punto de cerrar como la boca.


La mujer del rio


A mamá

Qué sueño frágil

habría que construir para llegarte

qué latido habrá en el fondo de ese río

para el corazón que se desboca en el  lecho

 

qué paisaje  verás boca arriba en esta desnudez?

verás los pájaros volando bajo el agua del Río

los caballos galopando con las crines mojadas marrones

se estremecerá el viento que no llega a mover la muerte

 

se estremecerán las manos en el regazo del vestido

flameando como ese pájaro sin gravedad

                                                                 sin cielo

 

Le hablarás a mis ojos cuando reposen sin morir

las manos apaciguadas sobre el regazo de la vida brusca

 

Abré salido a gritar por primera vez los golpes a la puerta

mis ojos te abrirán las cerraduras de la casa

para que pongas la mesa y extiendas los platos para mí

sobre un mantel sin sombras

 

Los peces pasarán por arriba de la vajilla vacía

ante la mirada ausente que empuja y trae el agua

 

Habré salido agazapado

entre el murmullo de las plantas acuáticas

a perseguir espejos , relámpagos

tormentas de niñez entre las piernas tuyas

 

Habré nacido una vez más

                                          de tus castillos

todo sumergido intentando beberte del pecho

la sangre quieta de tu corazón.