Conté catorce paredes vacías:
nada alrededor
ningún fantasma
a veces una lágrima ciega
rebotaba en el suelo de madera
como si se pegasen las huellas al piso
sonaban los pasos
crujían
había una mesa alta
y una figura de brillo negro
cruzaba las piernas sin retorno
la cama parecía un desierto
y allí
un hombre intentaba curarse
una gripe demacrada
un ojo rojo
conté catorce paredes
-había más-
los cuadros se suspendían cómo sombras
se miraban a sí mismos
sus bocas pegadas al ladrillo
dormían en silencio
apuré la retirada
temí a las cabezas monstruosas
a los hilos delicadamente colocados
en las columnas estériles
a las letras de los libros
de las largas bibliotecas
temí derretirme en el piso de aquella casa enorme.
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