Tal vez deba huir de las miradas,
de quienes agitan el polvo
y se desbandan,
huir de quienes hacen hombres del granizo
y pisotean a los amantes,
huir de la confusión, del desencanto,
huir de los arcángeles
de la vaguedad de las paredes
de los ojos en la niebla,
huir de los despojos.
Tal vez no deba permitirles la lujuria
los ensueños de la sombra y de las manos
que tocan y tiemblan
como el humo
o tal vez deba atacar su invisible fecundidad
y no dejarlas crecer en mi sangre
o enfrentarlas con la furia del pavor
como si fuese un guerrero que tiende la mano
y toca la muerte:
pero ellas truenan –las miradas- ante mi
me paralizan:
todo huye alrededor
como aves desoladas
anidando en el aire
para ver las casas que yacen
que imploran paredes
habitantes
para ver las puertas
los hombres
y la quietud de mi ahogo
y la huella en el agua:
todo a punto de cerrar como la boca.
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