jueves, 18 de septiembre de 2008

Cubrirme


Tal vez deba huir de las miradas,

de quienes agitan el polvo

                                       y se desbandan,

huir de quienes hacen hombres del granizo

y pisotean a los amantes,

huir de la confusión, del desencanto,

huir de los arcángeles

de la vaguedad de las paredes

de los ojos en la niebla,

huir de los despojos.

 

Tal vez no deba permitirles la lujuria

los ensueños de la sombra y de las manos

que tocan y tiemblan

                                   como el humo

o tal vez deba atacar su invisible fecundidad

y no dejarlas crecer en mi sangre

o enfrentarlas con la furia del pavor

como si fuese un guerrero que tiende la mano

y toca la muerte:

 

pero ellas truenan –las miradas- ante mi

me paralizan:

todo huye alrededor

como aves desoladas

                                   anidando en el aire

para ver las casas que yacen

                             que imploran paredes

                                                                habitantes

para ver las puertas

              los hombres

y la quietud de mi ahogo

y la huella en el agua:

 

todo a punto de cerrar como la boca.


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