Vigilo el cuerpo que traspasa el umbral,
mis manos están hechas de viejos cartones,
se dibuja la línea del final cuando se cierra la palma,
del monte de Venus
se desprende perdida una vida interminable,
surcos quebrados por la niebla del deseo
escombros;
más arriba el brazo quiebra el caracol del puño
y del brazo al pecho, al cuerpo general, mis ojos me ven
esperando la próxima pared que abre la tarde.
La vieja huella sospecha que avanzo.
Es el pie sobre el suelo abierto
que intenta llegar a la próxima salida
a juntar las raíces con el tiempo,
es el sueño que ataca los ojos justo cuando la puerta se abre,
es el miedo como un mástil erguido frente al cielo
en un lugar donde aun huele la tierra.
Del otro lado
se ve
a lo lejos
un brillo de piedras.
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