Debo reparar mi impresora digital
ajustarle palabras proscriptas
acomodarle tintas y voces
que tarde o temprano deberé decir
desencorvarla,
iluminar sus puntos de contacto
sus diodos apagados
sus seis botones inútiles
y una inmensa – dolorosa – cantidad
de hojas en blanco.
Debo inyectarle árboles y amantes
polvo, gusanos de seda,
poner en marcha la fatiga del hombro
la visibilidad las flores
el viento inextricable
Debo darle vino, desesperanza, naufragios
y una suma no muy clara de silencios
y luego,
debo vigilarla
no dejarme sorprender por el vértigo
de su uso incontenible,
de su respiración sin ventanas,
y no dejarla caer
en mi habilidad para el olvido.
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