Para la Mecha, que vino,
para Enrique, que la trajo.
De pronto, de la nada, del vacío
los amigos toman formas
aparecen
del íntimo golpe se aparecen
cuando ya no lo esperaba
reúnen sus huesos en mi mesa
atan tan viejos zapatos
tan deslustrados de las huellas
de los años
los amigos como agujas de relojes
perdidos para siempre (yo pensaba)
aparecen de improviso contra el tiempo
remontan escalones de un muro que creía muerto
Mis amigos son el desierto
maestros de lluvia
de sus hijos húmedos
son indios desesperados en las sombras
los ojos abiertos
viajeros sin aliento
nombres borrados de los labios
armada cada mano de agudo corazón
filoso corazón que corta la tormenta
son las voces de una radio que tapa el tiempo
encerrados para siempre en una casa
a la espera de la barca o la canoa
son las voces de la arena
la luz partida por la quilla del retorno
Están frente a mi como si siempre
como si nunca
Tragándonos todos
las viejas palabras que surgen del destello
de los ojos apretados
circulares
en torno al vino de los vasos
a la voz umbilical que nos entorna.
Como Lázaro aparecen
a dar vueltas a la mesa al son
de los latidos coronarios
entran en la vértebra
en la arteria de los más extraviados olvidos
surgen de algún lado de la noche
de algunas casas de la infancia muerta
de los muros de entonces
de la tierra
y beben mi mesa y mis ojos
y mi boca sin lengua
les doy alimento con mis manos
con los años que viven en mi rostro
mis amigos aparecidos de la nada.
Y con la tarde se van yendo
toman posesión de mí
y de mi nombre
van a sus paredes, a sus cuartos
y yo los miro
abrazo la tierra que tocan
por todos los años
por todas las veces que no hablamos
por las bocas que no fueron
por este estanque de sombras
que fuimos separando.
1 comentario:
Enhorabuena por el blog! este poema es precioso, me gusta como lo cierras, como cierras en gral todos tus poemas, me alegra que te hayas decido a compartir esta ventana.
Un abrazo fuerte y gracias por agregarme a tus webs amigas.
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