viernes, 12 de diciembre de 2008

Es visible



















Well, de Inés Gonzalez





Es visible

como si se encendiesen las llaves

y las puertas rompieran con una furia

                                                             de mandriles

el latido de la boca

 

hay un salto

                   una orilla

un inanimado remo al borde de la arena

 

y allí están

como un retorno prohibido

                                            a las edades

allí están la mano yerta y el silencio

en una pelea terrible contra el tiempo

en una caricia al filo de la muerte

la mano destellando

                                  la noche arriba

 

quién anda en la sombra

dónde los leones, los lobos

dónde orbitan domésticas las almas

dónde queda el timón

dónde los ángeles

                            la luz final

 

la noche se derrumba sobre mi

                              

un enjambre de átomos oscuros

cae  me lanza

a una huella/a otra

hasta la última puerta de la casa.



En algún lugar


En algún lugar

a ciegas

tanteo los bordes

escucho los silbos

los insectos perdidos en la tierra

 

En algún lugar indefinido

pendo del viejo corazón

estrello nombres

tallo palabras en los muros

 

para no olvidarlas

 

En algún lugar

                        en sombra

acecho el labio

 

ante mi hay sólo humo

manos de humo

una lengua que dibuja en el aire

con su trazo de alcohol

poesías al azar

                        exánimes.



Contigo


Contigo

arrancado de plano

                                toda la noche

con mis dedos entretejidos

en la piel

                que me quema

 

contigo/a través

en el nudo de tu boca

hasta los huesos

tiritando la voz

                        ante ti

mientras rebota el corazón

que busca llamas

 

contigo

a tu costado

quieto

desemboco

en el lugar/la orilla

que dibuja caracoles

algas negras

viejas maderas traídas de la nada

 

Al lado tuyo

miro el mar

                   lejos

mientras el reloj

nos cae de golpe

y buscamos

                     con las manos

el tiempo

el puerto

la piedra al final

                           premonitoria.



De pie



De pie

como caña

                  enjuto

sostenido por el pasado corazón

 

no debe haber mentido tanto

                                              todo él

para alzarme en estas avenidas

 

Levanto la vista

y dejo chocar los ojos contra las viejas cúpulas

 

pienso “es el país”

 

por allí huyen los amigos

en estampida

                      poco felices todavía

 

levanto la vista

de la mano en el sentido del reloj

miro los innumerables puntos en el aire

busco Aldebarán donde nunca supe

 

los amigos se están yendo

me deshabitan

                        desalojan

un pie cae en lo apenas germinado

 

pienso “triste”

 

la calle me despierta tarde

no soy audaz: no danzo

pero el pesado corazón

                                      el mismo

sigue manteniendo en mi los viejos edificios

 

es la ciudad

                     el árbol que crece en la pared

y el nombre en el tronco

                                       en la raíz

 

 

un lugar donde quedarme.



Los ojos hacia ti


Los ojos hacia ti

                           como al faro

huyendo del naufragio

 

en la tormenta

esquivo a la violencia del agua

trato de terminar el viaje

 

apelo a luz de tu cabeza

a la fuerza amansadora

                                     de la mano

al timón que esquiva el golpe

 

tu boca

             es un puerto bienvenido

un pañuelo de gaviotas

 

hacia ti los remos

golpeando con desesperación

bogan al límite

 

el cuerpo navegable

alguna isla de arena

donde mi pecho se contagia

pulsa

           al final

                        el latido del faro.



Una vez



Una vez

                sobre nosotros

se cayó la tierra

                   

-sin duda-

 

Los relojes golpeaban el suelo

con violencia

                       yacían

                                   pendulares 

mientras el polvo tapaba los ojos

 

una vez más

                       entre nosotros

los platos esperaban

las rondas

los jengibres

los aplausos

 

el vino cruzaba nuestros ojos

las gaviotas se entregaban

en furia arriba contra el aire

 

y sobre nosotros

                            suicida

caía un mundo y nos vaciaba

 

los ojos a la mesa

                             a mares

las manos cruzadas

estallando

                 alrededor

 

qué solos

                 en silencio

ponemos el vaso en el mantel

y levantamos el cuerpo

y como esos relojes pendulantes

                                                   nos golpeamos

 

 

ahora en el aire

ahora en el miedo.

 


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Apunta a un blanco



Apunta a un blanco

                                 ancla la mira

contiene el corazón esos segundos

hasta que llega el rumbo

 

un silencio de cenizas

raspa el ojo atento

cuelga una hoja

                         vuela un árbol

 

el arma en péndulo bordea la sombra

de la boca al pecho

                               una cruz de vidrio

talla una muerte

y algo explota

sale de la mano cerrada

rozando el aire

impacta en la sien y cae

como una piedra sobre el agua

 

apunta al blanco

                           yermo

y anuncia el arma vacía

reluce, por fin

de lejana soledad

sobre el corazón

                            del árbol que ha caído.



El más leve dolor



El más leve dolor

                              en la sangre

el temblor de vidrio en las manos

que cruza el silencio/el refugio

 

el más leve sendero

                               en el nervio

que bifurca la roca

 

los lamentos sobre el muro

oh! dios!

               sobre cada fantasma

                                                  en mi cerebro

 

sin brújula

un silencio de papeles

                                   corta la sombra:

a partir de aquí no hay nada

 

tal vez una rodilla hincada en el barro

el aliento expirado

                              húmedo

que draga el aire

 

tal vez el comienzo del salto

el brillo que hiere la retina

allá lejos

como ese humo de la boca

                                           imposible

                                           denso.



Una vez



Una vez

              no hubo golpes

                                       mortalmente

proclamaba piedras en la herida

como si fuese fácil yacer atravesado

con la boca en alto

                              protegido

de toda lejanía

 

como si fuese fácil mirar

sólo de frente

las manos ahora viejas

los ojos viejos

el dolor en la retina

                               más adentro

en el lóbulo cansado

al borde

contrario a la circulación

a los latidos

 

o tal vez si hubo

y fue tremenda

                         la caída lateral

contra la sombra desde lejos

como si fuese anónima

la mano que empuña la masa

a la vez lejana

                        a la vez certera

cruzada en un extremo

hasta el medio de la boca

enarbolada

llena de palabras.



No entiende el invierno



Ella no entiende el invierno

se ovilla en la cama y tirita como nieve

 

y en las manos ateridas

apoya tibios vasos

                              y espera

quiere florear las plazas secas

que todo cambie

                           otra vez

que el cielo azule

vuelen los árboles

y se lancen los besos por el aire

y sobre la tibieza del cuello

naveguen las manos y los ojos

 

que corten como filosos cuchillos

los dedos sobre el cuerpo

a la luz del filamento

 

ella se asoma

                      inmortal

                                     por la ventana

y el frío choca contra el vidrio

y se burla de su sombra

detrás de sí

                   cobijada hasta arder.



jueves, 30 de octubre de 2008

Premio Clarín de Novela

Mi hermana Raquel Robles ganó el premio Clarín de Novela. Es un orgullo increíble. 

"Perder", la novela, es tremenda, contundente, merecedora.
 
Pongo aquí su foto, entre mis palabras, porque ella es siempre uno de los nombres que siempre invoco. 


lunes, 27 de octubre de 2008

Yacía


Y yo yacía

todo viento había soplado

toda boca dicho

 

a los lados

                   en la piel

una vertiente a la sombra de mi

hacía el intento

                         despertaba partes

golpeaba cuerdas vocales

 

largos bastones de ciego

tanteaban el suelo

un hilo de voz

alguna mente en blanco

 

y yo yacía

                  era un hechizo

entraban por los ojos

luces de noche 

un lugar a donde ir

                               una fisura

la sombra apenas apoyada

ganando en altura

 

así yacía

con pocos frutos

pocas piedras en la mano:

 

nada  a cambio.



En algún lugar


En algún lugar

sostiene la mano en el cristal

 

habla hacia el vacío una lengua muerta

 

el torso

            sin aliento

sostiene la ventana

 

tal vez alguien

del lado contrario

escuche esa voz que quiebra el aire

 

el viento mueve hojas

como quebradizos gorriones

 

trasparentes las palabras

                                       se extravían

mientras se cierra la ventana

 

al girar

un paisaje de árboles oscuros

se sostiene sin luz de la tarde

 

apenas el aire mueve el agua de los lagos

mientras gira el rostro para ver

la ventana cerrada

que se llena de pájaros.



Mar adentro


Lo que estaba de mi

ese llamado

                    el ruido

en la orilla galopada

el mar que abandoné

 

lo que estaba como un hueso

sostenido por años

siempre en la frontera

en el susurro del aire

en el hilo tenso que sostiene

el sueño de niñez

                            o las ventanas

 

lo que quedaba

                         atrás

en las cenizas aun tibias

en los remos viejos

que empujaron hasta el mar

las manos duras

los ojos perdidos en el aire

 

allí

     aun

en la parte vertical

en la que eleva

una lluvia apenas

                             al azar

un murmullo

recuerda

el trazo de los nombres

                                      en la tierra

 

mar adentro


Me arrojo


Me arrojo a ti

como una piedra:

derrumbo el aire alrededor

                                           lo parto

me quiebro raramente

ofreciéndome

 

mientras

al filo

como una rama común de invierno

                                                        vacía/latente

espero tu señal

la palabra nunca prometida

el roce

            que me das

                               de agua

de alguna tibieza en la mirada

 

espero tu marrón

la lengua ebria

de punta a punta

                            lanzada

en mi lengua

 

me arrojo

lleno de palabras

a lo hondo

 

intento retenerte/hechizarte

me arrojo:

                 vuelo a ciegas.



Frente a mi


Frente a mi

si no estuvieses

cada hoja de esta calle

cada piedra

                   golpearía

y de ese ruido de río debajo de las sombras

todo iría muriendo

 

Si no pudiese poner la mano sobre el cuerpo

si al girar los ojos

desde dónde viene la noche

no encontrase nada tuyo o sólo una tibieza pasada

un lugar vacío

 

Si no pudiese

                      como puedo

contar los nacimientos

la curva del hombro o del cuello

habría sólo cenizas en mis ojos

polvo de esas piedras

las tristezas

 

Pero estás y llueve al lado de tu boca

crecen ramas

                     como redes

y atamos las manos a los cuartos

y colgamos los cuadros que pintaron los amigos

nos bebemos el uno sobre el otro

                                                     nos cubrimos

besamos este húmedo cielo que nos tapa

y regresamos

 

De los cuartos vuelan las voces de la casa

de cada puerta una boca

algún corazón salido del cuerpo

y el viento que entra

junto a la luz en la ventana

donde siempre estás

mirando la calle.



jueves, 16 de octubre de 2008

Surco



Miro

 

en la distancia

                          en cada selva

que puedo vigilar desde la altura

en cada verde al son del rastro planetario

 

miro

 

pienso en el  bosque

que la tarde marea

en los árboles que tambalean

en el aire de las hojas

en el viento que levanta la sombra

 

hay un golpe en la retina

hay un silencio

y una huella hacia los muros

 

no sé de dónde soy

                               supongo

o dónde está la casa

 

no sé dónde suben escaleras

qué murallas imposibles

qué animal en vilo

                              de cenizas

marca/esconde

                         la huella tras de mi

 

miro

esta vez no hay pupila

                                     en la pared

o párpado clavado en la mesa

esta vez no está la mano

ni los dedos temblando como el árbol

 

sólo un viento que sofoca

un puñado de nombres que atropellan

y la cara  –que no aprende–  contra el humo.



Algún lugar


Hay un rincón de algún lugar

cualquier lugar

cualquier ciudad

donde se pone oblicuo el pie

y se resbala

y caen desde los ojos

tan viejos horizontes

 

hay una ascensión

el vilo de los pájaros

o el latido de las alas en el aire

alguna distancia que se quiebra

el cualquier lugar

y nunca más es lo que fue

 

nada que pueda medir

sin ancho o largo o profundo

sin tiempo claro

en algún momento

                               en un giro

                                                desarticulado

 

algo de mi alrededor se desvanece

salta una cornisa

                            a ciegas

 

soy entonces

                      algo menos

menos nombre

menos polvo

menos aire

para la insaciable boca del final.



Noto un viento



Noto un viento helado en la espalda

pequeño

              en un punto preciso

como el colmillo clavado

del lobo

              en una vértebra

 

No quiero moverme

hay cierta magia en la punzada

la puerta

              el pulso

que hace palpitar

un angosto corazón

 

Me sostiene

                     hace años me sostiene

un viento frío contra mi

fuera del alma

como si colgase del cielo

 

sólo me deja mirar

                               el árbol

la hoja en un abismo

una tierra cercana

el cálido aliento del lobo

el aire que entra y sale

                                     y se levanta

sobre el viento helado

 

adentro.



Alrededor


Para Sumito


Vuelan alrededor

                            silban los pulmones

llenas las miradas esta noche

y flota el cúrcuma

en los vinos y los nombres

 

tantos años viéndonos las caras

espejados los sabores en los ojos

 

como una música que golpea los mesones

el tamborileo del cuchillo en la madera

marca el corte del aire que se espesa

como un adorno

un arabesco en el borde de la lengua

 

de qué tierra vendremos a la mesa

y haremos rondas con la boca llena

de frutas extranjeras

 

de cuál olor vendrán los recuerdos

                                                        las infancias

 

en qué ciudad o templo

se cocinarán los próximos encuentros

 

dónde volcaremos los vinos

                                              el aliento

y  nos juntaremos

a bailar como locos alrededor de la comida

como niños

festejando cada piedra tibia

cada bocado

que los amigos pongan en la mano

cada sal

              como un beso en la boca.



Allí



De qué pedazos van saliendo

de cuál forma del incendio

va el calor cincelado

                                 en el pliegue de la mano

 

Allí anda el vacío

                             de costa a costa

entremuerto

reclinado sobre mi

dejando caer una hojarasca

sobre el pecho que florece/late

en este corazón

 

Allí anda el abismo

que me mantiene vivo

en ascensión

                     en eco

como una gota de lluvia en línea recta

que busca el fiel de la balanza

 

Aquí este salto

al final

            a ciegas

                         al silencio.



miércoles, 8 de octubre de 2008

El psicoanalista

A José Rehin


Cuánto tiempo

                         en el reloj de arena

                                                         es necesario

escondido tras el muro

de los libros

los papeles

los pequeños libros

que rebotan en la mesa

como la voz de los secretos

en las paredes sensibles de este cuarto

 

cuánto tiempo

                       es necesario

para la frente clara

                               de la desesperación

de las voces al azar llenas de voces

que ocultan palabras tras la boca

mientras se bebe el calor por las manos

 

cuánto necesito extraviado

entre los monstruos de papel

cuanto tiempo para el puente

que permita los despojos

o volver con las semillas

                                       en los ojos

que ven crecer

 

qué crecerá de este granizo

qué miedos como astas

mientras flamean los papeles en la mesa

y muerdo las palabras

 

qué debo esperar de este reloj

                                                 que junta arena

mientras quedan las palabras

saltando en la mesa

 

mientras salgo

                        por la puerta

que me lleva por delante

 

qué debo esperar

de mi

           que no haya sido

 

 

El coleccionista de arte


Conté catorce paredes vacías:

nada alrededor

ningún fantasma

 

a veces una lágrima ciega

rebotaba en el suelo de madera

 

como si se pegasen las huellas al piso

sonaban los pasos

                              crujían

 

había una mesa alta

y una figura de brillo negro

cruzaba las piernas sin retorno

 

la cama parecía un desierto

                                             y allí

un hombre intentaba curarse

una gripe demacrada

                                  un ojo rojo

 

conté catorce paredes

                                   -había más-

los cuadros se suspendían cómo sombras

se miraban a sí mismos

sus bocas pegadas al ladrillo

dormían en silencio

 

apuré la retirada

temí a las cabezas monstruosas

a los hilos delicadamente colocados

en las columnas estériles

a las letras de los libros

de las largas bibliotecas

 

temí derretirme en el piso de aquella casa enorme.



Ah! Dios!


Ah! dios
cómo me fallas
sólo hay dudas
sólo aire segado alrededor
sólo tierra negra

yo te creía omnipresente
en cada especio o abandono
te imaginaba como al polvo
dueño de las sombras de los ojos
de campanas despertando a medianoche

te imaginaba rodeado de alas
pájaros saliéndote del cuerpo
inmaterial

pero me fallas
dios
todos los días cuando intento
poner el cuerpo al sol y no desesperar
cuando irrumpen los nombres en mi boca
como si explotara la muerte

me fallas porque omites
mi mano hacia abajo
hacia arriba
en el espejo donde no estarás

me fallas cuando yaces sin formas
sobre mi cara y asfixias
no consuelas
sólo sombras/relojes
entre estos sueños que se mueren

ah! dios
cómo me dejas
permites mis puños apretando el aire
intentando asirte cada día
en cada lugar
donde no existes.


Abraza


Dónde se sienta
dónde abraza con el calor de la noche
al hombre que se queja

Van de muerte los ojos
inundados
en torno a las paredes de un cuarto

afuera hay ruido de autos o de perros
gritos de sombras sobre una calle rota
van papeles como pájaros
dando volteretas
–es un circo blanco
glaciar
que corta el aire –
hay
tropeles de hombres en los muros
sin destellos
ungidos de hojas
como árboles sonoros en el alboroto de los días

afuera
como mármoles
se apoyan amantes en las viejas escaleras
se hablan besos
dicen lenguas
discursan manos sobre el pecho
y se elevan
silencios en las bocas

pero aquí
abrazado a las paredes del cuarto
un dolor como un brazo extendido
algún tentáculo final
alrededor

y sobre la sábana la cabeza
que duerme
del dolor que despide la muerte.


lunes, 29 de septiembre de 2008

Qué se cruzará...


Qué se cruzará ahora

qué voz como una flor del invierno

entregará su sombra

 

hacia dónde empujará esta vez

 

fuera de mí

                    tardío

aparecerán los puertos

donde nunca atracaré

bares oscuros

rojas mujeres que lloran en las mesas

el beso entre las piernas

 

como un cuchillo que corta el humo

se levantará el cuerpo

y me traerá lo que jamás estuvo aquí

 

vendrán sombríos amores a roerme

las bocas hambrientas de mí

cuerpos hambrientos

fantasmas caídos en la calle

                                             polvo

 

mientras

               ahora

                          aquí

una tristeza extiende manos

oscurece las astillas

                                 los árboles postrados

 

mientras

               dentro de mí

el agua que se estanca

gotea desde el balcón

contra la calle que miro

donde tal vez

                      comience el mundo.


Piensa...


Piensa, amor

en todas las palabras

mira como se acercan ansiosas

y crecen en los techos del cuarto

 

Mira, amor

parecen cometas de otras miradas

cortando a lo lejos

                               horizontes/extravíos

 

abre grande los ojos

apoya tu mano sobre mi

como si los dedos acariciasen el polvo

 

dime toda las palabras

quemadas por la noche

déjalas girar como anillos en la boca

que no tengan peso

que vuelen al pasar

                                sin gravedad/sin techo

que las lleve el viento helado

que se lleve las cenizas

 

échate en la cama junto a mi, amor

déjame entrar

                       por fin

al silencio de tu boca

necesito aclarar mi corazón

llenarlo de aire

                         y sostenerte

respirar tu figura dormida alrededor

 

mira amor

este hambre de tu boca que me muerde el alma

cómo se estrella en las palabras

y discurre y las regresa – cada voz –

 

sobre el vientre que calma mi mano.



Déjame


Déjame entrar y refugiarme

dame permisos

choca el pecho en mi boca abierta

 

no hay camino de los labios

si no me dejas

                        amor

                                  beberte/humedecerme todo

como una lluvia en cólera

el brazo apretado

mi sexo en tu monte

prohibido en el desfiladero

                                            en el abismo

 

déjame

 

tambaleo de vértigo

mi lengua borracha de tu lengua

derrotado en tu espalda

buscando con mi sexo

lo que calla/esconde

                                 tu descontrolado corazón.



Los ojos


A lo lejos van los ojos

                                    exhaustos

 

los impulsa la desorientación

                                                el aire

 

con los ojos van las voces

gritan en el viaje

                            endechas antiguas

cuchillos debajo de la tierra

 

y el cuerpo queda

náufrago de todo

ornado de lámparas inútiles

empujando el corazón hasta mañana

 

el cuerpo espera con las cuencas vacías

golpea despavorido la sombra desnuda.



domingo, 28 de septiembre de 2008

Soterrado


Es un pedazo soterrado

                                      antiguo/mío

 

salta

 

como una escalera va cayendo

                                                  al horizonte

es una luz acallada

una isla en el medio de mi

un dolor de otro tiempo

 

tal vez la voz del padre

en mi propia vejez

el regreso de los viejos castigos

traídos de las tumbas

                                  del moho

 

Casi no se siente

se necesita la indolencia de una boca

un puente

un rostro varias veces muerto

                                                 en la memoria

 

o sólo baste un murmullo del otro

el rose descuidado de una mano en la penumbra

un golpe al silencio

 

o tal vez sea la madre que aprieta su rostro en la arena

y llama

             y me recuerda

ese tramo de mí en el medio

                                              insular

una presión de la memoria sobre el cuerpo

en un pedazo de dolor

                                    senil

                                    brutal

como un salto a la noche.



Cosas mudas


Nos rodean cosas mudas

 

nos envuelven

                         mares

el golpe de la ola que cercena la sombra

 

cosas mudas

                      marchitas

domésticos silencios

en la penumbra de la casa

 

una cascada de humo

                                   de la boca

-como voces-

                      invoca

                                  retumba

recuerdos de desiertos

tristezas como rezos

                                    el sueño de la lluvia

                                    y el anhelo

 

nos rodean cosas mudas

el eco de los miedos

el calor de los amigos

viejas soledades

como puertas abiertas a la tarde:

 

sólo sobreviven

                          el recuerdo

                          el silencio que dibuja una ventana.



Me iré


Pronto me iré

                       me digo

poco a poco dejaré de oír la algarabía

rugirá el viento dentro de mi

como si se derrumbasen los árboles

y cayesen

                 en el aire

 

y no habrá lágrimas

                                del otro lado

sólo el ángel de turno con sombrero

los fantasmas desnudos de la infancia

el cielo solemne

                           sagrado

                                         de los nombres.



Un rastro


Dejo un rastro:

es una línea de hiedras en la frente,

un paso que arrastra la arena

el viaje de un ave que tropieza en el aire

es una arteria

                      una exhalación

es la nube colérica que borra la voz

 

Dejo una fractura

                             el golpe o la llegada:

extraño la plegaria y la fiebre

la mirada que anuncia

la duda en fondo del agua

 

Es un viaje que no hago

                                        esta línea sin luz

este naufragio de pájaros en vilo

es una muerte

una brasa

un humo

nada

 

solo el rastro en la tierra

un paisaje de hojas que filtra la jornada

y cae y pinta el suelo de cenizas

es el rastro que trae a la puerta

el golpe de la mano

                                 el miedo al otro lado.



lunes, 22 de septiembre de 2008

Viniste...


Viniste

en un segundo se apoyó tu sombra en vilo

 

yo no vi el tiempo en los hombros de nadie

no vi tu sangre caerse

ni vi inaplacado el filo de la boca

 

No te vi venir a mi

tu cara estaba en las voces de los otros

en la mirada encorvada de los hombres

                                                                afuera

en el paso lento

                          en otros huesos

prometida      

                 inapelable

 

No te vi en árboles caídos

ni en raíces pútridas

ni en el giro del gusano cuando rompe la carne

 

no en el final del recorrido

o en última puerta que no cierra el aire

 

te vi venir en los ojos vacíos de una mujer que cruzaba la calle

desesperanzada y final

                                     de saturada lentitud

                                                                      a ciegas

 

te vi en las voces de la calle

en los charcos

en los objetos dejados a intemperie

cubiertos de polvo y de diluvios

 

Te vi al final de los trenes

esbelta

            tensa como un hilo

amasando trozos de barro entre los huesos:

 

masticabas sin dientes los nombres de todos

                                                                       sin pudor

entre tus trapos éramos todos futuros de tu estirpe

partes de un hogar enmudecido

 

Viniste no a llevarme

sólo a sellar esta sombra

a mostrarme el río donde beberé tu boca.